Dos textos, cuatro actrices y un director: Todos Uruguayos.

LAS OBRAS:

“El Estado del Alma” de Alvaro Ahunchaín

Esta obra toca el tema de la dictadura y los desaparecidos, confrontando dos posiciones absolutamente opuestas de personas que vivieron esa etapa. Atestigua el encuentro de dos mujeres que no se ven desde hace más de 25 años, en la sala de espera contigua a la mesa de sesiones de la Comisión para la Paz. Las une un pasado doloroso, de presas políticas en la década del 70. Pero su liberación, la vida las había distanciado. El reencuentro habilita que ambas se enfrenten duramente, por sus visiones encontradas de la realidad actual: una mantiene los ideales de los sesenta y la otra los ha variado radicalmente.

“El agua y el aceite” de Ricardo Prieto

Una de las primeras obras escritas por el sólido escritor uruguayo recientemente desaparecido. Un homenaje al dramaturgo. Dos mujeres huyendo del aislamiento que les deparó el destino. Una relación que se extiende en el tiempo por recíproca necesidad. A veces basta un vilipendio para no echarse a morir, pero otras veces, nada alcanza. La soledad se roza con la muerte.

Funciones:

“El Agua y el aceite” Lunes 10 y 17 de Agosto a las 20 hs.

“El Estado del alma” Lunes 24 de Agosto a las 20 hs.

Teatro La Comedia

Rodríguez Peña 1062

Buenos Aires, Argentina

Entradas $15

En la Boletería del teatro o a través de TICKETEK (Tel.5237-7200)

Idea y dirección: Gerardo Begérez



AUSPICIAN:


EMBAJADA DE URUGUAYA EN ARGENTINA

En memoria de Carlos Aguilera y RIcardo Prieto

CARLOS AGUILERA

CARLOS AGUILERA
Nacido en Montevideo en 1945 (falleció con 65 años, sin llegar a conocer la vida calma que a veces depara la vejez), la voluminosa figura de Aguilera había pasado por todas las salas teatrales de Montevideo y el Interior, además de haber trabajado en Paraguay (desde 1982) y Bolivia (desde 1988). Estudiante de teatro en la Casa Municipal de la Cultura, tuvo entre sus profesores a Elena Zuasti, al español José Estruch y a Atilio Costa, de la compañía La Máscara. Fue así que siendo joven comenzó con sus primeros montajes, entre los que estaban Los fusiles de la Madre Carrar, de Brecht y Los de la mesa 10, de Osvaldo Dragún, ambos de 1968. Pero fue durante la dictadura que su labor se volvió más significativa, principalmente por no haber dejado de hacer teatro durante ese duro período, y por haber realizado, además, un teatro de resistencia. Con su arte, supo sortear a la censura y comunicar formas de interpelar y combatir al gobierno de facto. RESISTENTE. En esa línea, puso en escena obras como Juegos a la hora de la siesta, de Roma Mahieu (1977), El mono y su sombra, de Yahro Sosa, La muerte de Tarzán, de Jorge Denevi (las dos de 1979) o Alfonso y Clotilde, de Carlos Manuel Varela (1980). El efecto catártico de este último montaje era tan grande que, según manifestó el propio Aguilera en una ocasión, "los espectadores no se manifestaban", quedando "como paralizados". Del peso de la censura sobre su trabajo, el director dejó varias declaraciones que hablan por sí solas. "Ese censor, que se decía de Inteligencia y Enlace y aparecía en el teatro, se presentó una vez en el trabajo (en una textil), y otra vez en casa de mi hermana, donde ensayábamos. Era como decirnos que nos vigilaba. Siempre pedía los textos antes. Quiso ver un ensayo de La muerte de Tarzán y se rió mucho. También cuando trabajé en el Anglo con Juegos a la hora de la siesta, diez días antes del estreno me citó en el café de la esquina. Estuve esperándolo casi dos horas, y cuando ya me iba, un desconocido que estaba sentado en otra mesa se me acercó para decirme que la persona que yo estaba esperando iba a venir, que siguiera esperando. Finalmente llegó. Había subrayado toda la obra y quería hacerme sacar varias escenas y a una actriz. Pero le dije que a una semana del estreno era imposible y me dejó hacerla. Siempre me insistía que no hiciera obras nacionales, que tomara a los clásicos, y que no tomara gente de El Galpón". En otra entrevista de tiempo atrás, Aguilera había dado detalles de otro episodio de la misma época y sobre el mismo personaje. "Vino un día que estábamos ensayando la obra (se refería a Juegos a la hora...), tiró la carpeta con el libreto sobre la mesa y gritó: `¡Te creés que somos idiotas! Esto somos nosotros torturando estudiantes`. Se refería a la escena de la muerte de un pajarito ahogado por un niño presionado por los otros que lo rodeaban". La lista de obras que hizo Aguilera es interminable, y recorre la dramaturgia nacional y los clásicos. Los alumnos que egresaron de su taller de teatro también se cuentan por cientos. Pero quizá hoy, recordarlo como un artista vinculado a la resistencia sea hacerle el mayor tributo. Artista rodeado de jóvenes Otra faceta sobresaliente de Carlos Aguilera fue su pasión por la docencia. Tanto en el Interior (Colonia, Minas, Durazno, Canelones, Maldonado, San José) como en la Capital, llevó adelante talleres y centros de enseñanza de arte escénico, con el objetivo de profesionalizar al teatro uruguayo. También a comienzos de los `90 fundó su propio Instituto de Estudios Teatrales, del que egresaron numerosos artistas. Su voluntad de trabajar entre gente joven lo llevó más de una vez a rechazar la dirección de obras con primeras figuras, para ayudar en sus primeros pasos profesionales a los recién egresados. De esa actitud nacieron muchos montajes realizados por él, especialmente en la Sala Biguá, donde en los últimos años había hecho grandes obras con elencos juveniles.

RICARDO PRIETO

RICARDO PRIETO
“Yo no cuidé mi cuerpo y eso fue un error”, comentó Prieto hace algunos meses en la Embajada de Francia, durante la entrega de los Premios Moliere, del que era jurado. De carácter complejo y literatura por momentos muy oscura, este prolífico poeta, escritor y director teatral había nacido en Montevideo en 1943, aportando a la literatura uruguaya desde los años ‘60 un sinnúmero de relatos y piezas de teatro. Desde que la Comedia Nacional estrenó en 1971 su obra El huésped vacío, su nombre acompañó numerosas temporadas teatrales, a veces con varias obras en cartelera al mismo tiempo. Residente en Buenos Aires durante la dictadura cívico-militar uruguaya (de 1973 a 1985), su literatura teatral fue traducida a otros idiomas y representada en diversas latitudes. Fue traducido al francés por Anne Marie Supervielle y Francoise Thanas, y sus obras fueron emitidas por radio France Culture de París. De su teatro —que mereció premios dentro y fuera de su país— destacan títulos como El lado de Guermantes, El desayuno durante la noche, Amantes, Una sonata de Ravel y Danubio azul, que también tuvo una versión para televisión. Esta temporada, su obra El mago en el camino perfecto fue realizada en Espacio Teatro. Su labor como director recorrió obras de Shakespeare, Tennessee Williams y Chejov, aunque también trabajó sobre la dramaturgia uruguaya, que era su gran preocupación. En 1979 recibió el premio “Tirso de Molina”, en España y, en 1992, el “Florencio Sánchez” a la Mejor Obra del año con su obra Garúa. Fue numerosas veces nominado para el Bartolomé Hidalgo y recibió en 1993 una mención especial en Narradores. Igualmente, obtuvo un segundo premio en un concurso de guiones para el Teatro Acústico, con su obra Bacterias, en Alemania, y en Francia, en 2004, recibió el “Coup de Coeur” por El huésped vacío. En los últimos tiempos, consciente de estar transitando el último tramo de su vida, buscaba dónde dejar todos sus libros y demás papeles.








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